domingo, 30 de agosto de 2009

TEMA 12 : LA SEXUALIDAD FAMILIAR FRENTE A LOS MODELOS PARENTALES Y DE LA T V.

1. Los modelos parentales de la sexualidad.

Ya en las dos lecciones anteriores de este módulo habíamos expuesto el origen y causas de la formación de modelos y esquemas de sexualidad que pueden tener nuestros padres (o nosotros como padres, atención!) y que a su vez fueron recibidos en gran medida de sus propios padres y éstos de los suyos y así sucesivamente retrocediendo en el tiempo.

Esos posibles esquemas pueden ser, considerados en su globalidad, de tres tipos (si atendemos a un concepto conocido en Psicología como las “polaridades de la experiencia humana” y que son los “extremos” que limitan los sucesos y vivencias de las personas según como éstos ocurran y sean asimilados en el contexto total de la vida del individuo).

Como la sexualidad es un campo que ha creado discusiones por mucho tiempo, tenemos que sus “extremos” como experiencia humana y en cuanto a los modelos que de ella pueden elaborarse se ubican así:

a.- Una sexualidad asumida como la libre y total expresión del propio deseo, sin restricciones ni consideraciones éticas de ninguna clase; sería como la reacción frontal y desenfrenada ante el puritanismo y excesivo moralismo heredado y tratado de imponer por la sociedad en la que vivieron los “abuelos” y demás ancestros inmediatos a aquellos.

b.-
Una sexualidad asumida como un mal necesario, útil tan solo para continuar la especie trayendo hijos al mundo por aquello de “creced y multiplicaos” que les fue inculcado desde niños, pero que no incluye aspectos como el afecto, el placer, la ternura, la satisfacción personal y mutua, el regocijo, la comunicación, la relación, la armonía, la alegría de compartir; incluye más bien culpabilidad, frustración, tedio, rechazo por todo lo que tenga que ver con la sexualidad, “eso tan sucio y pecaminoso”.


Ante las dos posibilidades anteriores habría probablemente una tercera que considerara a la sexualidad como un regalo más que como un flagelo; una fuente de gratificantes experiencias en el amor hacia alguien más y hacia uno mismo a través de la comunicación de sensaciones y sentimientos y la posibilidad de compartir nuestra corporalidad sin vergüenza ni temores, sin sentirnos culpables de algo que no constituye falta o delito alguno; la sexualidad como algo tan natural como el dormir, comer o caminar, aunque más sublime , bello y comprometido.

Al parecer la sexualidad familiar actual en Latinoamérica se encuentra aún entre los primeros dos extremos.


2. El modelo televisivo de la sexualidad.

“La cáscara se torna más valiosa que la fruta”.

La televisión como sistema masivo de comunicación es capaz de penetrar los rincones más remotos de la geografía de de casi todo el mundo, pues hoy por hoy es el medio más difundido y del que mayor número de personas depende para informarse.

La T. V. al ser producto de la tecnología lo es también de la idiosincrasia de los países poderosos del planeta y se ha convertido en la voz que pregona su ideología; la misma que lo penetra todo: lo social, lo político, lo económico y hasta la intimidad de las personas.

Todo lo que esa ideología toca se convierte (por obra de sus intereses de dominación) en una construcción endeble y postiza que llamamos “estereotipo”, es decir, una imagen exteriorizada y superficial de un concepto, idea o valor si se quiere.

La sexualidad no ha sido la excepción y el estereotipo que de ella nos llega proviene de Norteamérica, principalmente, pues es su influencia la más notoria en los países hispanos, como el nuestro.

La visión que este estereotipo nos ofrece es la de una sexualidad “juguete” hecha para la diversión pura, en la que no hay concurso de responsabilidad alguna por parte del individuo y en la que no existen consecuencias derivadas de la libre elección que supone correr un “riesgo”.

En el modelo televisivo de la sexualidad se ridiculizan en ocasiones algunos de sus elementos constitutivos: la desnudez del cuerpo, la sexualidad genital, la seducción, la ternura, el amor como valor y como concepto.

El sistema capitalista de economía basado en el atesoramiento de bienes (sobre todo de dinero) ha convertido a la sexualidad en un bien de consumo y de paso también a algunos de sus atributos, como el concepto de belleza, ahora involucrado con la idea que tiene del “éxito” personal (que es algo así como que sólo los “bonitos” y ricos triunfan en contraste con los “feos” y pobres que siempre son perdedores).

La T. V. por otra parte subvalora o sobrevalora aspectos de la sexualidad que por sí mismos debieran bastarse tal como aparecen ante nosotros cotidianamente; es el caso de las proporciones corporales femeninas (los senos, por ejemplos, que según los gringos deben ser gigantes), las actitudes sexuales (galanteo, las supuestas irrefrenables ansias masculinas de hacer el amor con cuanta mujer se atraviese, el culto por el “cuerpo perfecto”), la competencia “macho vs. Macho” y “hembra vs. Hembra” por la “posesión” de quien les atrae.

La televisión nos propone un panorama ficticio acerca de la sexualidad humana, al servicio de un ideal de opulencia y el facilismo de una era tecnológica que promete comodidad y placer sin límites (en el sentido evasivo de la expresión) al alto precio de deshumanizar al hombre.

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